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En los últimos años estamos viendo cómo la salud mental está adquiriendo una visibilidad que no había tenido hasta ahora. Varios factores pueden estar contribuyendo a esto: el contexto en el que vivimos, la pandemia, la sociedad (redes sociales, estrés, realidad sociopolítica, etc.). Esto es una buena noticia, ya que, durante muchos años, la relegación a un segundo plano de la salud mental por detrás de la física, ha influido en el concepto que se tenía de las patologías mentales, así como de la función de las profesiones relacionadas.

Durante mucho tiempo se ha tenido una visión muy estereotipada y estigmatizadora sobre los pacientes que reciben terapia psicológica o psiquiátrica. Esta idea ha hecho que gente que está atravesando diversas dificultades en su día a día, soporta gran malestar porque “no están tan mal como para recibir tratamiento”. Esta visión tan negativa y reduccionista, hace que incluso la persona que decide iniciar un tratamiento psicológico pueda sentirse culpable, o sienta que no es necesario asistir a terapia si no hay un motivo socialmente válido y “grave” que lo justifique.

Afortunadamente, esta visión está cambiando y cada vez más gente acude a terapia psicológica, con el objetivo no sólo de tratar diversas patologías mentales, sino también de gestionar situaciones que le resultan difíciles, trabajar sobre distintos aspectos que le gustaría cambiar, manejarse mejor en ciertas circunstancias, entender o entenderse mejor, y, en definitiva, cuidar de su salud y de sí mismos.

Porque al fin y al cabo, eso es la terapia, tomar la responsabilidad sobre nosotros mismos, nuestro bienestar, nuestro propio cuidado, y ponernos en marcha para conseguir sentirnos mejor. La perspectiva que se está iniciando (o al menos eso quiero pensar), es, que igual que nos ponemos en manos de un profesional de la salud cuando percibimos una dolencia física, o nos hacemos exámenes rutinarios para conocer nuestro estado físico, esa misma importancia y esa misma visión es la que debería tener la salud mental. 

 

El objetivo final es que al terminar la terapia, la persona sea independiente y se vea dotada de herramientas y recursos para hacer frente a su circunstancia personal, gestionando de manera autónoma las dificultades que se le presenten y mejorando su bienestar y calidad de vida en las distintas áreas que la rodean.

 

Además, esto toma especial relevancia teniendo en cuenta tantos y tantos estudios que señalan que no hay salud física sin salud mental y viceversa.

Teniendo en cuenta todo esto …

 

¿En qué consiste la terapia psicológica?

La terapia psicológica se trata de un proceso de aprendizaje, donde la persona que se pone en tratamiento adquirirá una serie de herramientas y pondrá en práctica habilidades que le permitan desarrollar estrategias eficaces de solución de problemas, afrontamiento y manejo o superación de determinadas circunstancias que le causan malestar, así como la prevención de problemas futuros.

Se trata de un proceso porque se aprende a lo largo del tiempo, mediante la práctica y participación activa de la persona que viene a consulta, que se convierte en la principal responsable de su cambio. Además de este aprendizaje, también se pone el foco en los recursos que ya se poseen, de manera que se fortalezcan las capacidades intrínsecas de cada persona. El tratamiento psicológico, por tanto, es único y debe ser adaptado a cada caso particular, construyendo un tratamiento en función de las necesidades, recursos y preferencias de cada paciente. Es por ello por lo que una buena evaluación es esencial para poder ajustar el tratamiento a la persona.

El objetivo final es que al final de la terapia, la persona sea independiente y se vea dotada de herramientas y recursos para hacer frente a su circunstancia personal, gestionando de manera autónoma las dificultades que se le presenten y mejorando su bienestar y calidad de vida en las distintas áreas que la rodean.

La terapia psicológica generalmente se da en una serie de fases, que engloban la evaluación, diagnóstico, tratamiento, prevención de recaídas y seguimiento, en diferentes trastornos (trastornos del estado de ánimo como depresión, ansiedad, obsesiones, problemas adictivos, sexuales, etc.) y en varios niveles (individual, familiar, de pareja, etc.). Además, hay diversas perspectivas teóricas, que permiten que desde un enfoque integrador se pueda ajustar el tratamiento a cada paciente.

Para terminar, si estás pensando en hacer terapia, me gustaría animarte. Sé que es una decisión difícil, pero a la vez valiente y responsable, porque se trata de tu cuidado (que es tu responsabilidad, valga la redundancia), de tu bienestar, de coger las riendas de tu vida y empezar a dedicarte tiempo, espacio y esforzarte por ti.